jueves, 27 de diciembre de 2007

Dentro, hay palas

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En concreto, dentro del tablón de madera que acabo de comprar y dentro de mi cabeza. Miro el tablón y las comparo. De momento, son idénticas. Eso es bueno porque, por supuesto, la pala de mi mente es magnífica. Lo malo es que, aunque ambas son preciosas, en su estado presente, ninguna de las dos sirve para mover un kayak y eso les resta atractivo. En consecuencia, ahora he de recurrir a mi habilidad artesana para sacar del interior de la tabla una pala lo más parecida posible a la de mi cabeza. Muy bonito, dicho así. El problema es que, de momento, la habilidad artesana como, según mi antigua cartilla militar, el valor, se me supone.


No es de extrañar, por tanto, que contemple la empresa con una vaga aprensión. Mi valor, al menos para fines militares, va a seguir siendo una confortable incógnita (y que dure), pero mi capacidad para el bricolaje va a ser puesta a prueba y eso, hoy por hoy, no consigo tomarlo a la ligera. En otros tiempos, me habría importado poco ser capaz o no de producir una pala groenlandesa decente, pero ahora esto conecta con una parte sustancial de mis ilusiones. Si el resultado es satisfactorio, habrá más palas (los kayakistas árticos se encargaron de producir numerosos modelos para tentar mi curiosidad) y, tal vez, barcos (por soñar, que no quede). Hasta ahora, sólo puedo decir que poner a punto las herramientas me ha gustado y creo que el resultado es tolerable. Soy moderamente optimista.



En resumen, creo que construir la pala representa para mí desafío, aprendizaje, entrenamiento y, espero, entretenimiento anti-estrés. Todo a la vez y todo por el módico precio de un poco de madera y unos cuantos útiles sencillos. No hay muchas aficiones que puedan ofrecer tanto sólo con sus efectos secundarios como el kayak, creo yo.

Y puede que, al final, también tenga una pala.



viernes, 21 de diciembre de 2007

Esquimotaje I: Los Otros (Kitunarautaq).

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Para los profanos: el esquimotaje es la maniobra que retorna kayak volcado y palista cabeza abajo a la posición erguida convencional. Esta última es mucho menos estable, pero suele resultar preferible, sobre todo a largo plazo, ya que, entre otras ventajas, facilita sensiblemente el desplazamiento y la respiración.

El esquimotaje nos llegó del Ártico a través de Groenlandia y, en este área (ni mucho menos la única), la influencia de esa tradición en el inconsciente colectivo kayakista es fuerte. Los detalles de la técnica no proceden aquí, pero su mención tiende a evocar entre los iniciados imágenes de estilizados barcos de cubiertas bajas y puntas aguzadas y kayakistas perfectamente encajados en ellos. En los kayaks modernos ello suele requerir cubrebañeras, musleras, asiento, reposapiés, etc. astutamente dispuestos.


La práctica totalidad de los instructores que afrontan la poco envidiable tarea de enseñar a esquimotar a, por ejemplo, tipos como yo suelen enfatizar la necesidad de este acoplamiento palista/embarcación. Hacen bien. En mi único intento de aprendizaje pude comprobar como mi ajuste al kayak, que yo consideraba muy adecuado hasta ese momento, dejaba bastante que desear en realidad. Creo que contribuyó a mi fracaso, pero, al mismo tiempo, me proporcionó una excusa estupenda ("En realidad, sí que lo he pillado, pero con este ajuste...").



Por ello, me intrigaron especialmente las imágenes de los otros kayakistas árticos nativos en los que, junto con los groenlandeses, el esquimotaje parece hacer sido razonablemente común. O, al menos, haber sobrevivido lo bastante al contacto con los europeos para ser documentado de manera adecuada. Se trata de los habitantes de la costa de Alaska en el área del Estrecho y Mar de Bering. En particular, la maniobra parece haber perdurado durante más tiempo en la la Isla del Rey, frente a Nome, donde a principios del siglo pasado se fotografió a este kayakista realizando la técnica que ellos llamaban kitunarautaq.


Y, como se puede observar, esquimotaban con kayaks anchos, por encima de los 60 cm de manga (de los 70 con cierta frecuencia), de cubiertas altas y amplio volumen, de bañeras holgadas que podían acomodar dos pasajeros y más bien cortos, 5 m a lo sumo. Ah, y lo hacían con una pala de una sola hoja.



Aunque eso es casi lo que menos me extraña. Mis dudas son más acerca de los puntos de contacto entre un palista cuyo asiento es una esterilla de hierbas trenzadas y su barco y cosas así. Lo cierto es que saber de estas gentes me anima. Si ellos lo lograban en las condiciones que parecen sugerir las fotos, quizá aún haya esperanza para mí.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Domando Herramientas

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Estos últimos días, he gastado una porción sustancial de mi tiempo libre en deslizar tenazmente un cepillo de carpintero a lo largo de tiras de papel de lija de rugosidad cambiante. Puede que no sea obvio para el gran público, pero, en realidad, estoy llevando a cabo una ceremonia muy respetable llamada, si lo he entendido bien, "Planificado de la Suela". Resulta que es una parte de toda una serie de rituales arcanos cuyo fin es preparar para la acción las herramientas de trabajar la madera.

Adze |  | ME982X.257

La cosa es que albergo la esperanza de construirme una pala groenlandesa (inevitablemente, más sobre este tema en el futuro próximo). Tal proyecto precisa madera adecuada, un lugar de trabajo y herramientas. La madera ha sido hallada y encargada, el lugar de trabajo improbablemente improvisado y las herramientas (o, más bien, lo que se convertirá en herramientas) compradas. Cabe que también haga falta una cierta habilidad en la carpintería, pero, dado que carezco por completo de experiencia en el área, prefiero no pensar mucho en ello. Me deprimiría y, puesto que me temo que las dificultades que sospecho aguardan a un carpintero novato ya se encargarán de eso, no veo la necesidad de adelantar acontecimientos. Cada cosa a su tiempo.

Por suerte, unos cuantos benévolos gurus del trabajo de la madera visitan el siempre útil Foro de Kayak de Mar. Imparten gentilmente su sabiduría sobre tipos como un servidor y, así, he concluído que comprar ingeniosos aparatos es tan sólo el principio para obtener auténticas herramientas, dignas de ser usadas. Gracias a sus enseñanzas he sabido de la existencia de las "Herramientas-de-Confianza-y-que-es-una-Delicia-Usar". Objetos míticos que uno debe ganarse, no comprar sin más, y por los cuales el dinero puede no ser más que una pequeña parte (bueno, relativamente) de lo que hay pagar.

Drill |  | M21034

Y así es como, desde hace una semana más o menos, vengo inviertiendo mis ratos de ocio en planificar suelas y afilar cuchillas con determinación. Me temo que un éxito inicial con un bastrén Stanley me generó una confianza injustificada. Supongo que el brillo de un metal más suave y afilado de lo que jamás me hubiera imaginado capaz de producir se le puede subir a la cabeza a aquellos, como yo, para los que la experiencia es nueva. Sin embargo, el cepillo de banco #4 de la misma marca ha decidido que no se va a someter sin resistencia.

Las fuentes de instrucción ya mencionadas me han informado de que la suela de un cepillo sencillamente tiene que ser lisa y estar perfectamente a nivel en, al menos, 3 zonas críticas. Muy lógico si se piensa que la herramienta se concibió para obtener superficies de madera planas y suaves. Por desgracia, la suerte y la producción industrial en serie han conspirado para colocar la más profunda de las irregularidades de la suela original precisamente en una las áreas vitales. Algo así no puede ser ignorado. Por tanto, me estoy viendo obligado a lijar la práctica totalidad de la superficie de la suela hasta que toda quede al nivel del punto más profundo de la cavidad rebelde. Puede no parecer gran cosa, pero, a mano, resulta una cantidad respetable de metal que eliminar y está llevando su tiempo.

Perfecto por lo que a mí respecta. Los lobos hubieron de domesticarse para tener perros. Los potros han de ser domados. Yo puedo ser paciente. He sido pescador de caña.

Y hay algunas ventajas: los patrones neuromusculares del cepillado se me están grabando a conciencia, la empresa hace carácter y, además, espero que sirva como ejemplo y advertencia al cepillo de testas (Stanley también) que viene a continuación.

Knife |  | M21196

Y, tras todo esto, constatar que los artesanos del Ártico cosntruyeron no sólo palas, sino barcos completos y toda clase de objetos útiles (con frecuencia, también bellos) con poco más que las herramientas que ilustran esta entrada. Sospecho, eso sí, que la precisión quirúrgica que les pudiera faltar a sus instrumentos la suplían ampliamente con la habilidad obtenida mediante una vida de enseñanzas de sus mayores y de práctica. A estas alturas de mi propia vida, no veo factible reproducir esas condiciones de modo conveniente (querría tener la pala mientras aún soy capaz de usarla). De modo que tengo que optar por la doma de herramientas y esperar que funcione.

LAS IMÁGENES
Haz click en ellas para conocer más sobre las herramientas Inuit que muestran en sus correspondientes páginas en el sitio del McCord Museum. Una gentil institución que supone un estupendo recurso para bloggers aquejados de penuria gráfica como yo.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Queda inaugurado...

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Al final, he caído.

Yo también he empezado un blog. Es un mero impulso, sin razones ni objetivos claros. Cosa que encuentro reconfortante. Sin más expectativas que entretenerme un rato y escribiendo para mí, no caben obligaciones ni frustración. Es tan sencillo, o tan complicado, como que me apetece poner en algún sitio lo que me pase por la cabeza en relación con la práctica del Kayak de Travesía. Aunque, conociéndome, sospecho que no será tema exclusivo.

Por si alguien no cae, lo que llamo Kayak de Travesía suele ser más conocido como Kayak de Mar. Sin embargo, yo vivo en los alrededores de Madrid. Y me estoy dando cuenta de que, para lo bueno y lo malo, soy Kayakista Interior: paleo más en agua dulce que salada y, me temo, aún más en mi cabeza que en agua alguna. Es lo que hay...

Semántica aparte, el asunto consiste, al menos en mi caso, en intentar usar un kayak para llegar a lugares y momentos especiales. Ya está. A mí eso me suele ocurrir más por la vía de la contemplación y la curiosidad satisfecha que gracias, por ejemplo, a la descarga de adrenalina. No es que evite lo que podría llamarse "acción" de manera activa. Es sólo que suelo preferir la "acción" como medio para algún otro fin, más que como fin en sí misma.

No ha sido intencionado empezar el blog en esta fecha, pero me doy cuenta de que ahora hace más o menos un año que gracias al foro de Kayak de Mar y a la generosidad de Félix, su anterior dueño, pude adquirir kayak, cubre y pala. No fue el comienzo, porque todo había empezado bastante antes, pero fue, sin duda, un comienzo.

Como esta entrada.

LA IMAGEN
Tengo medianamente claro que un blog lleva imágenes, ¿no?. Yo aquí tendré que recurrir al talento y la generosidad de otros. He elegido esta foto de la Alaska de allá por 1910 porque el kayak es de un tipo tan probadamente marinero como (a mis ojos) elegante (la foto no termina de hacerle justicia). Se usó, entiendo, en la zona del Cabo Espenberg de la Península de Seward, en el Estrecho de Bering. Pero, sobre todo, la he escogido porque el kayak me provoca la misma expresión que a los críos de la foto. Puede que a veces no se me note, pero esa es la cara que llevo por dentro.